
CORROSIÓN VS CORRUPCIÓN
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Corrosión y corrupción son dos términos tan disímiles como dos raíces de un mismo árbol. Sobre este tema existe amplia información en internet y libros. Entonces, ¿por qué saco a la palestra un asunto tan debatido y de constante difusión? La explicación es bien sencilla: La actual importancia social y económica que desencadena el desarrollo progresivo y devastador de la corrupción. Pero empecemos por la definición de ambos:Corrosión: Es el deterioro y pérdida de un material de sus críticas propiedades debido a reacciones químicas, electroquímicas y otras reacciones cuando el material queda expuesto al medio ambiente que lo rodea. Es decir, corrosión de un metal o no metal tiene lugar debido a
la interacción gradual en la superficie del material (Corrosionpedia).
Un metal se corroe cuando reacciona con sustancias como el oxígeno, hidrógeno, corriente eléctrica y hasta el polvo o bacterias.
Hay varios tipos de corrosión, los cuales no mencionaré por no ser de interés en este artículo.
Corrupción: daño, deterioro, decadencia, de la integridad, virtud o principios morales, depravación de una persona, organización o institución. O sea, un fenómeno inherente al ser humano.
Sin embargo, la pregunta que surge de inmediato será: ¿Ha existido siempre, en la historia de la humanidad, la corrupción tanto de personas como de organizaciones políticas o de otra índole e instituciones?
La respuesta es, obviamente, sí. Desafortunadamente la corrupción, casos notorios, se registra desde la antigua Grecia, Imperio Romano y siglos posteriores hasta nuestros días. Pero seguramente es un mal aparecido desde tiempos prehistóricos. Es una práctica o acción maligna que como mal, al fin, se manifiesta de manera espontánea o deliberada en contraposición al bien. Observemos que el bien y el mal son dos polos opuestos de un imán. Hace unos años publiqué un libro de cuentos: Vuelo sin alas. En éste, en cada cuento, aparece debajo del título un pensamiento, cita, mayormente de mi autoría y algunos de otros. En uno: Voz del diablo, aparece una cita mía que reza: «El mal y el bien son enemigos inseparables. Cuando uno prevalece, el otro renace». Y es que el mal siempre está ahí, camuflado, escondido, a la espera de la primera oportunidad para salir a la palestra y dar el zarpazo; grave o menos fuerte según las circunstancias o puntos débiles por donde penetrar.
Existen muchos males, tal vez interminables, alineados como un ejército listo para lanzar uno de sus integrantes a atacar el bien, la armonía, la paz. Entre éstos se cuentan los naturales: Enfermedades, bacterias, virus, ciclones, tornados, volcanes, etc. Y los causados por el ser humano entre los que se destaca la corrupción. Pudiéramos citar algunos casos notorios de corrupción con el objetivo de exponer las graves consecuencias de la misma:
En la antigua Grecia el proceso de elegir un nuevo emperador era complicado, aunque efectivo ya que el candidato debía pasar por varios filtros de análisis y aprobación que resultaba consistente y efectivo. De esta manera, el candidato previamente escogido era abiertamente debatido por el viejo emperador, la guardia privada de éste, el senado y el ejército. Sin embargo, con el tiempo los pasos se fueron simplificando y la guardia personal del viejo emperador ganó completa autoridad del proceso. El nuevo emperador premiaba a los miembros de la guardia personal quienes se convertían en personas de mayor influencia en la política y en la sociedad. En consecuencia, el trono comenzó a venderse al mejor postor. Esto, como es lógico pensar, resquebrajó las estructuras del estado y la nación ya que cualquier habitante rico o influyente, no apto para asumir tan importante cargo, podía ser coronado. Este es un ejemplo de corrupción política con nefastas consecuencias para el país.
En el Imperio Romano la corrupción fue gradual y en ascenso. La economía era basada en la esclavitud, hecho que creaba cada vez más una diferencia notable entre pobres y ricos. Estos últimos compraban votos para favorecerse a sí mismos y a los amigos y, como ocurrió en la antigua Grecia, la posición de emperador comenzó a ser ofrecida al mejor postor. Esta práctica generalizada de corrupción dio como resultado malos emperadores, entre los cuales hubo ineptos y locos. Todas las estructuras de gobierno incluyendo la defensa fueron debilitándose hasta el punto de verse expuestos a continuas invasiones y ataques de godos, visigodos, hunos, bárbaros, tribus germánicas y muchos otros. Resultado final, inevitable: La ciudad de Roma, centro del imperio, cayó en manos de las tribus germánicas en el año 476 DC.
Innumerables casos similares en distintos países y regiones del mundo y en diferentes épocas están al alcance de todos en internet. Por tanto no me extenderé sobre esto. Mi propósito en este artículo es mostrar las desastrosas consecuencias de sus efectos en cada uno y en todos los elementos componentes de la sociedad, gobierno y demás instituciones de un país.
Entonces, ¿qué actividades o acciones definen a una persona corrupta o que ha cometido actos de corrupción? Una persona corrupta se define como aquella que comienza a actuar de una manera extraña, anormal: calla lo que debe combatir; roba o contribuye al robo; acepta sobornos, actúa mayormente motivado por la avaricia o un desmedido afán de enriquecerse o hacerse poderoso a toda costa; realiza acciones viles o detestables aunque ponga en peligro la vida o estabilidad económica de otros así como también de empresas y hasta niveles elevados de la nación; lograr metas sin importar los medios ya sean la traición, difamación o cometer hechos delictivos de la peor especie incluyendo el asesinato. La enumeración de acciones y actitudes deplorables y perniciosas que corresponden a hechos de corrupción cometidas por una o varias personas es extensa y hasta interminable.
Ahora bien, ¿qué implicaciones tendría la ejecución de un hecho corruptivo? Lógicamente dependerá de la envergadura del hecho, posición de la persona en la sociedad y las conexiones directas e indirectas que tal vez produzca una reacción en cadena en todas direcciones y niveles.
Si alguien realiza algo indebido, ilegal, amoral, simple a pequeña escala, los efectos nocivos quizás sean limitados, imperceptibles, extremadamente débiles. Esto no tendría mayor trascendencia si la acción no es repetida con frecuencia o es un hecho insignificante. Sin embargo, el peligro sigue latente porque casi siempre el que ejecuta un acto de esta naturaleza, indebido, es propenso a repetirlo y con una alta probabilidad de volar más alto. Y, por consiguiente, las implicaciones nocivas serían mayores. Es como una papa en una bolsa que comienza a descomponerse. En poco tiempo, infectará a todas las papas de la bolsa. Si la papa se descompone en un almacén de papas, sin importar su localización, la contaminación a todas las papas del almacén no demorará mucho tiempo en completarse. De esta manera, el daño causado por una persona o grupo de personas al cometer hechos contrarios al interés común de la sociedad puede propagarse como efecto del dominó a una empresa, ciudad, provincia y a toda la nación.
Por otro lado, la persona corrupta, para alcanzar mayores logros, necesita cómplices. El proceso comenzará con otra persona, luego la red se ampliará como una tormenta de fuego sobre una superficie inflamable. El mal tiene alas y garras poderosas. Las tentaciones son muchas y mantener la integridad, para muchos, resulta extremadamente difícil. Todo dependerá del monto de lo alcanzable.
Si situamos a la persona desempeñando un cargo de relativa importancia, obviamente, cualquier acto de corrupción implicará un daño de grandes proporciones. La empresa u organización donde trabaja correrá un alto riesgo hasta el punto de situarla en un estado de bancarrota o desintegración según corresponda.
Nada escapa de los funestos efectos de la corrupción: Bancarrota de empresas; desintegración de organizaciones, división y serias consecuencias políticas que pudieran causar la destrucción o resquebrajamiento de las estructuras de un país; abuso infantil; contribuir directa e indirectamente en el desmantelamiento y final desaparición de los principios morales y éticos mantenidos por siglos y hasta milenios que terminarán aniquilando una nación.
Lo más peligroso de este terrible flagelo consiste en que desafortunadamente existen personas tan viles y podridas que están a la caza de personas factibles de ser sobornados y que, de hecho, se sumen a la masa de corruptos que sirvan sus mezquinos intereses ya sean políticos, económicos o de ambos.
En estos difíciles tiempos en que vivimos, la corrupción ha ido creciendo hasta alcanzar niveles posiblemente nunca vistos antes debido a varios factores entre los cuales se destaca la rápida difusión de la información de toda clase.
La única manera de combatirla es mediante la educación en la escuela y el hogar así como implementar leyes bien fuertes que castiguen con severidad a los corruptos. La educación permanente anticorrupción en todas instancias de la sociedad y castigos ejemplares a los infractores van creando una tradición de honestidad, valores morales y respeto al prójimo y a las instituciones. En consecuencia, el desarrollo económico y bienestar de la sociedad serán sostenidos y provechosos para todos. Un país en el que la corrupción es una práctica común, una epidemia incontrolable, terminará en un estado de desastre completo.
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