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LA IMPORTANCIA DE LAS TRADICIONES

Parte I

 

Empezaré por definir o tratar de recordar el concepto de tradición o de lo que se define como tal. Todos los países, regiones, ciudades y pueblos mantienen ciertas costumbres: vestimenta; música; cultura; comida, ceremonias y celebraciones religiosas; festejos anuales así como otros hábitos y actividades. Costumbres que con el tiempo se convierten en tradiciones heredadas por generaciones, siglos y hasta milenios. Éstas definen y distinguen unos países de otros. Ahora bien, ¿Por qué las tradiciones, las positivas, son tan importantes para todos los seres humanos? Sobre este asunto, pueden exponerse un sinnúmero de  razones. Mencionaré algunas desde mi punto de vista y de otros:

1.      Ayudan a mantener la identidad de cada persona como miembro de una comunidad, región y país. Sé quién soy y de dónde vengo.

2.      Refuerzan los valores espirituales, sociales y patrióticos como religión, libertad, responsabilidad individual, familiar y social. Contribuyen con la formación del individuo como ser social. Mantener principios, la formación del carácter y conducta del individuo. En una comunidad que cultiva la honradez, el amor al trabajo y a la familia, no aceptará ni verá nunca con buenos ojos a un delincuente, un parásito que pretende vivir de otros.

3.      Producen disfrute personal y colectivo cuando festejamos una fecha o aniversario. Por ejemplo, nuestra observancia y participación en los festejos navideños u otras actividades en correspondencia con la creencia del grupo o comunidad a la que pertenecemos.

4.      Tan importantes son las tradiciones para una nación que en su conjunto son las que definen su identidad como tal, su acervo cultural, su razón de existir porque si estás comienzan a extinguirse, todo se descompone, se desintegra, y ,en consecuencia, la nación está en un gran riesgo de desaparecer como entidad regional e internacional.

He citado algunas razones relevantes entre tantas otras que pudieran también incluirse en este artículo, pero sería incrementar una exposición general, abstracta y por consiguiente, no muy ejemplarizantes e ilustrativas. Por tanto, opto por traer a la mesa de discusión el ejemplo vivo de una nación admirable: Japón. Mi esposa me dice que yo me he japonizado porque lo único que veo son programas de esa nación en inglés y a veces una película del oeste norteamericano. Hay una simple justificación para ello: esta nación mantiene sus tradiciones en todos los renglones y aspectos de la vida y obra de su pueblo. En la agricultura, la industria textil, escultura, arquitectura, vestimenta, cultura, costumbres sociales, el culto de venerar a sus ancianos, el respeto mutuo de sus ciudadanos, etc., coexistiendo con el espíritu de una sociedad moderna y altamente desarrollada. Esta nación no hubiera llegado tan lejos sin un culto casi venerable a sus milenarias tradiciones. Esto es altamente palpable desde las zonas rurales hasta los pueblos y ciudades. Me maravilla escuchar a tantos, viejos y jóvenes,  expresar su devoción por mantener esas tradiciones milenarias y el respeto a la naturaleza. Por ejemplo, a pesar de la existencia en el mercado de tintes industriales y maquinarias altamente eficientes, innumerables maestros del sector textil continúan utilizando procedimientos artesanales y tintes naturales obtenidos de las hojas y partes de árboles. Esto ya no se ve en la mayoría de los demás países. Éste posee una industria textil incomparable. Las mujeres disponen de una extensa variedad de telas producidas y diseñadas por esos maestros que me atrevería a asegurar que es difícil encontrar en otros países. Otro aspecto a destacar es el espíritu de trabajo de sus ciudadanos. Es como un culto a la dignidad del ser humano, su esencia. La nación que borra el pasado, destruye los hilos o caminos del futuro. Habrá que empezar todo de nuevo si es que ésta logra a duras penas subsistir como como tal.

Japón es un país muy religioso y apegado a sus tradiciones. Sin embargo, esto no ha impedido un sostenido y fructífero desarrollo que ha colocado a esta nación entre las más avanzadas del planeta. Esto, según pienso, se debe a que esas tradiciones positivas han servido de guía y acicate a las nuevas generaciones a seguir el ejemplo de sus antepasados.  El pueblo de esa nación es  laborioso, creativo y garante de sus mejores valores culturales. Un pueblo que muchas veces abrazó  la guerra y que desde hace muchas décadas ha acogido con fervor religioso, la paz, el trabajo honesto,  productivo y fomenta el amor entre unos y otros como nunca antes. Es decir, abandonó las tradiciones negativas y se apegó a aquellas que durante siglos ofrecieron amor y prosperidad a su pueblo.

Uno de los grandes científicos de todos los tiempos, Isaac Newton,  dijo en una ocasión: Si yo he visto más lejos que otros, es porque me levanto sobre hombros de gigantes.  Esta declaración de este hombre extraordinario es tan sorprendente como real. El realizó grandes descubrimientos y aportes a la física y la matemática, pero no comenzó en cero. No. Su obra es una continuidad de las aportaciones de sus antecesores. Fueron aquellos los que sembraron las bases del futuro. Son precisamente estos elementos en conjunción con otros como cultura, normas de vida, principios sociales que están ligados íntimamente a las tradiciones, los que determinan el desarrollo y futuro de una nación. En aquellos países en que el nivel de corrupción se mantiene en un bajo nivel, tolerable, los obstáculos al avance en todos los campos se hacen menores o inocuos. Por supuesto, éste no es el único problema serio; pero sí es uno de los más importantes.  Un país que tradicionalmente observa normas de convivencia, de respeto a las leyes, de trabajo honesto, estimula la educación, la cultura y venera la dignidad del ser humano, avanzará sin mayores tropiezos en pos del desarrollo y bienestar de sus ciudadanos. Lo contrario a todo esto, implica estancamiento y pobreza. El trabajo es el que crea riquezas, lo demás absorbe y destruye lo existente.  Ésta es la clave del éxito o el fracaso de unos y otros.

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